Las adicciones no son un vicio, son una enfermedad con base genética y en la que el entorno y la sociedad juegan un papel determinante. De manera más específica podemos decir que, las adicciones son un trastorno crónico de la conducta en el que una persona presenta una dependencia física y psicológica a una sustancia, actividad o relación debido a la satisfacción que causa. Se define la dependencia como el proceso que se caracteriza por consumir o mantener estas conductas a pesar de las consecuencias negativas seguido de episodios de abstinencia y recaída.
Especialmente en la adolescencia, pero también en la edad adulta, la familia es un importante factor de prevención o de riesgo para el consumo de sustancias en general y de alcohol en particular. Por una parte, puede constituir un factor de protección contribuyendo con sentimientos de seguridad, afecto, protección, cuidado, interés y empatía, por otra puede constituir un factor de riesgo cuando existe poca comunicación entre los miembros de la familia, falta de normas, conflictos familiares, otros miembros de la familia que tengan adicciones…
Hay estudios que indican que la percepción del soporte familiar es un importante predictor de los niveles de ansiedad y depresión y que a su vez, los niveles elevados de ansiedad y depresión contribuyen al consumo de sustancias. Disponemos de los suficientes datos para afirmar que los trastornos de ansiedad están asociados con el aumento del consumo de muchas sustancias de abuso.
El entorno de una persona adicta no solo se limita a la familia sino también a los amigos y a otras circunstancias, que pueden constituir un factor de prevención y también de riesgo. En el caso concreto de los adolescentes juega un papel fundamental constituyendo un claro factor de riesgo cuando se sienten presionados por los dichos amigos para consumir o cuando necesitan consumir para sentirse como parte del grupo. No sentirse parte de ningún círculo social o el sentimiento de soledad también son factores de riesgo para caer en cualquier dependencia.
Estudiando los múltiples factores y su papel dicotómico en la mayoría de los casos que influyen en el desarrollo de un trastorno por consumo de alcohol y en su progreso, no debe sorprendernos que el cambio de los mismos constituya un pilar fundamental tanto en la prevención como en el tratamiento de esta enfermedad tan incapacitante tanto para quien la padece como para quienes le rodean.
Etiología de las adicciones: Genética y ambiente.
El desarrollo de las adicciones puede ser consecuencia de la interacción compleja de factores genéticos, influencias ambientales, rasgos de personalidad específicos y funcionamiento cognitivo. Actualmente la interacción entre la genética predisponente y factores ambientales determinados constituye la hipótesis más aceptada en cuanto a la etiología de las adicciones. Uno de los factores medio-ambientales implicados es el estrés psicosocial, pero el factor más poderoso es la propia exposición a la droga.
Por una parte, los genes desempeñan un papel importante influyendo en la forma en que el organismo responde a las adicciones, lo sensible que es a sus efectos, y la probabilidad de tener problemas con la droga o comportamiento . Por otra, el entorno o el ambiente va a interactuar con la predisposición genética de manera que la educación, la cultura y las experiencias traumáticas en las primeras fases de la vida, como las distintas formas de abuso (físico, psíquico, sexual, sobreprotección o apego inapropiado), aumentarán las posibilidades de convertirse en dependiente.
Genética
Las enfermedades mentales no se heredan, se hereda una predisposición a desarrollar una enfermedad mental. Los hijos de dos padres adictos tienen más riesgo de sufrir una adicción que los hijos de padres no adictos, es decir, lo que se hereda con los genes es el riesgo, no la enfermedad. Es decir, los genes proponen.
Las enfermedades mentales, entre las que se encuentran las adicciones, están relacionadas con unos circuitos cerebrales clave y estos, a su vez, con unos genes. Antes se pensaba que los genes eran los responsables directos de las enfermedades mentales pero ahora sabemos que una de las funciones de los genes es codificar moléculas que regulan el procesamiento de la información de los circuitos neuronales implicados en el comportamiento. Es necesaria la interacción entre los productos anormales de los genes producidos en los circuitos cerebrales con situaciones adversas ambientales (estrés, toxinas, infecciones, etc.) para que se produzca la enfermedad mental. Esta hipótesis se denomina “Diátesis del estrés de las enfermedades mentales”. Por lo tanto, los genes proponen y el ambiente dispone.
Se estima que los factores genéticos tienen una influencia aproximada del 50% en el desarrollo de las adicciones pero este porcentaje es variable pudiendo llegar a ser, en algunos casos del 10 o del 90%.
En algunas adicciones, como es el caso del trastorno por consumo de alcohol (TCA), se han identificado diversos genes que podrían participar en este trastorno:
- Genes que codifican las enzimas implicadas en el metabolismo del alcohol.
- Genes que codifican algunos neurotransmisores.
- Genes que regulan el ritmo circadiano.
- Genes relacionados con la función inmune.
- Mecanismos epigenéticos
Epigenoma y Ambioma: la epigenética es el interlocutor del ambiente con la genética y es lo que explica la acción del estilo de vida sobre los genes. Las enfermedades se deberían a alteraciones genéticas y epigenéticas.
El ADN es como un libro formado por la combinación de cuatro letras diferentes. Estas diferentes combinaciones, al ser leídas, dan lugar a diferentes proteínas.
Hasta ahora se pensaba que la evolución se basaba únicamente en cambios (mutaciones) en el orden de estas letras: un cambio da lugar a una proteína distinta. Si esta nueva proteína funciona mejor, el individuo vivirá más, pasará el cambio a sus hijos y la nueva proteína se conservará. Si no, posiblemente muera antes y el cambio se perderá.
No cambia la secuencia, pero sí la cantidad de proteína que se fabrica. Estos cambios se transmiten de una célula a otra, en el mismo individuo, y también a sus hijos. Depende en gran medida del ambiente: de lo que comemos, lo que respiramos, de la vida que llevamos. La epigenética, sin embargo, no actúa cambiando las letras, sino haciendo que sus combinaciones sean más o menos leídas.
La epigenética es la forma como las células controlan como el ADN se transcribe y luego se traduce. Cada célula regula este proceso modificando a una proteínas denominadas histonas que se unen a los genes. Esta unión abre o cierra una barreras moleculares que permite que dichos genes se expresen o los silencia.
La epigenética es “el conjunto de cambios heredables en la expresión génica que no van acompañados de cambios en la secuencia de ADN”. Estos cambios deben estar desde el nacimiento. Si se producen a lo largo de la vida seguramente no afectarán a las células reproductoras (espermatozoides, óvulo) y por tanto no pasarán a la descendencia.
Los dispositivos epigenéticos serían los vestidos bioquímicos que lleva el ADN desnudo. Si estos vestidos son finos y transparentes, entonces permiten ver el ADN y los genes pueden expresarse. Si estos vestidos son gruesos, no permiten ver el ADN y no dejan expresar los genes. La epigénesis estaría definida por cambios reversibles del ADN (como ponerse un vestido de cuero o una transparencia) que hacen que unos genes se expresen o no dependiendo de condiciones exteriores. Estos vestidos serían las histonas.
Modelos de interacción gen-ambiente
- Influencias ambientales directas: complicaciones obstétricas.
- Covariación gen-ambiente: un determinado factor ambiental covariaría con un gen determinado y la interacción se asociaría con el desarrollo de la adicción.
- Es difícil señalar si ambos factores causarían la enfermedad o sólo uno de ellos siendo el otro un epifenómeno.
- En contra: tener vulnerabilidad genética para la adicción no aumenta el riesgo de complicaciones obstétricas.
- Modelo del umbral poligénico multifactorial: la interacción gen-ambiente implicaría que un factor ambiental influiría en la aparición de la enfermedad dependiendo de la presencia de genes promotores de la misma.
- La complicación obstétrica aumentaría la posibilidad que un individuo vulnerable desarrolle la enfermedad.
- Los efectos de un gen particular sobre sobre un factor ambiental determinado multiplicarían la posibilidad de presentar la enfermedad.
- Otros factores
- Variables previas a la concepción: edad del padre.
- Que afectan al feto: infección prenatal materna.
- Déficit nutricional en el embarazo.
- Estacionalidad del nacimiento.
- Complicaciones en el embarazo.
- Trauma infantil (maltrato).
- Urbanicidad
- Migración
- Consumo cannabis
Cambios en la expresión génica en las zonas implicadas en la recompensa pueden contribuir en la persistencia de la adicción. Los mecanismos epigenéticos (drogas + estrés y señales asociadas a las drogas) convergen en el genoma y alteran programas génicos específicos. No podemos actuar directamente sobre los genes pero si sobre el entorno. De esta manera podemos modificar la expresión de los genes.
Diferencias entre sexos
Aunque las mujeres reportan índices más bajos de consumo de drogas que los hombres, el número de mujeres consumidoras sigue aumentando. Además, en las mujeres el progreso hacia la adicción es más rápido, son más reactivas a los estímulos que desencadenan las recaídas y tienen mayores tasas de recaída que los hombres. Los efectos de los estrógenos sobre los sistemas DA son en gran parte responsables de estas diferencias entre sexos.
Es posible que las diferencias entre sexos en la adicción se deban, a su vez, a diferencias de sexo en los sistemas neuronales que median el refuerzo positivo y negativo y que estas diferencias sean moduladas por las hormonas ováricas. Esto supondría una base neuroconductual para la búsqueda de las bases moleculares y celulares que guían las conductas motivacionales y hacen que las mujeres sean más vulnerables a desarrollar y mantener la adicción que los hombres.
Ambiente: la familia.
Si la adicción surge de la interacción entre herencia y ambiente, la familia participa tanto en la transmisión de estos genes como en el aporte del primer grupo social al que estamos expuestos. Esta es la razón por la que se ha investigado el papel de la familia en la génesis, desarrollo y tratamiento del alcoholismo.
Sin infravalorar la influencia del resto del entorno, la relación existente entre la familia y las adicciones es innegable. Esta influencia debe ser contemplada desde varias vertientes diferentes: la existencia de problemas que afectan al clima familiar y que interaccionan con diversas variables individuales de los hijos, constituyen uno de los principales factores de riesgo en adolescentes y adultos. Crecer en una familia con problemas predispone al individuo a establecer relaciones no sanas con su entorno futuro, lo que también tiene relación con las adicciones. A su vez, la adicción en algún miembro de la familia tiene consecuencias muy negativas para el entorno familiar aumentando la posibilidad de una futura dependencia en los hijos.
Cuando hablamos de problemas familiares o deterioro del clima familiar no nos referimos a conflictos puntuales o momentos de evolución y por tanto de inestabilidad familiar, hablamos de lo que conocemos como familias disfuncionales en las que estos fenómenos se mantienen en el tiempo.
De modo muy simple, llamamos familia disfuncional a una familia que no cumple su función, es decir, es una familia que no puede cubrir algunas de las necesidades (materiales, educativas, afectivas, psicológicas) de sus miembros, en especial de los niños.
Esta disfunción de la familia está relacionada con la existencia de conflictos que tienen su origen en una o en varias de estas causas combinadas: la inmadurez de los padres, su dependencia emocional, adicciones, abusos sexuales, malos tratos, enfermedades mentales no tratadas, actividades delictivas habituales de los progenitores y/o una educación excesivamente severa o demasiado laxa. Aunque cualquier tipo de maltrato aumenta la probabilidad de adicciones, cabe destacar la sobreprotección y el apego inapropiado como formas de maltrato menos evidentes con relación estrecha a las adicciones.
Las familias en las que hay una adicción por parte de alguno de sus miembros constituyen un subtipo claro de familia disfuncional. Es sabido que estos niños tienen una mayor probabilidad de sufrir este trastorno.
La relación entre padres e hijos influye en el desarrollo y tratamiento de las adicciones. Se ha encontrado mayor asociación entre una buena relación padres-hijos (percibida como sólida y positiva) como factor protector en relación con el desarrollo de una adicción, en comparación con una mala relación entre padres e hijos como factor de riesgo. Además podemos decir que dicha influencia entre las relaciones familiares y las adicciones es bidireccional, pudiendo representar riesgo o protección tanto para los padres como para los hijos.
La educación dada por estos padres actúa como mediador en esta relación directa, constituyendo un factor protector o como un factor de riesgo añadido si dicha educación se deteriora (lo que ocurre en la mayor parte de los casos).
Cabe destacar que la verdadera relación entre la educación y el aumento del riesgo de adicciones futuro en los hijos de padres adictos, se encuentra en la percepción que tienen estos niños del apoyo familiar y de la educación que reciben. Esta puntualización nos beneficia, porque las percepciones son potencialmente modificables (terapias psicológicas para los hijos de padres con adicciones).
Además, los hijos de padres con adicciones reproducen, en muchos casos, el mismo tipo de educación con sus propios hijos en un futuro, lo que constituye una razón más por la cual las adicciones suelen transmitirse generacionalmente.
Debemos destacar que estos niños que crecen en familias disfuncionales suelen establecer, a su vez, familias disfuncionales propias y entornos disfuncionales en un futuro, debido a que tienen formas poco adaptativas de relacionarse y comportarse en relación al ambiente en el que se han criado, entre otras causas.
Existe una mayor prevalencia de padecer problemas psicológicos, que, junto a dicho entorno disfuncional, constituyen un caldo de cultivo perfecto para padecer el trastorno en un futuro.
Apego
Predisposición innata que hace posible que el bebé se vincule con la madre (o con otra persona que lo cuida) con el objetivo de proveer proximidad, protección y seguridad por parte del cuidador, y por lo tanto, asegurar la supervivencia del niño y a su vez permitir la exploración de lo desconocido.
Esta relación permite el desarrollo del psiquismo y la estructuración mental del niño a partir de la seguridad que le proporciona la interrelación con el cuidador. Se ha demostrado que el apego forma parte de los modelos cognitivo-afectivos que construye la persona, en los que se incluye sus expectativas del mundo, de los otros y de sí mismo. Tiene una enorme influencia sobre el comportamiento, funcionamiento interpersonal posterior y en el desarrollo de la regulación afectiva, lo que va a determinar la calidad y el tipo de vínculos afectivos que va a establecer el niño en la adultez.
Sin embargo, durante la adolescencia y la adultez pueden ocurrir diversos cambios en la conducta de apego, por lo que, si bien es cierto que estos vínculos tienen una influencia significativa en la adaptación psicosocial del individuo, esta influencia no es determinante. Los patrones de apego reflejan cómo es la imagen que el individuo se hace de los otros, y la evaluación que se hace de sí mismo. Esta imagen puede ser positiva o negativa (se ve a si mismo como digno de amor y atención, o como indigno). De la misma manera, la imagen de los otros puede ser positiva o negativa (se los considera como disponibles y cariñosos o como no fiables y rechazantes)
La imagen interna de uno mismo y la de los otros definen conjuntamente cuatro estilos de apego: Apego seguro, apego ansioso, apego evitativo-temeroso y apego evitativo-rechazante.
El apego seguro se desarrollará si la figura del cuidador se considera como alguien disponible y confiable, con lo cual en bebé tendrá expectativas positivas en cuanto a la naturaleza de las interacciones, sintiéndose cómodo en la cercanía e interdependencia con los demás, regulando mejor su afectividad con niveles más altos de afecto positivo y teniendo una visión más realista tanto de sí mismo como de los demás. Los bebés que muestran este estilo de apego tienen la seguridad de que su figura referente (el cuidador/a) estará disponible para satisfacer sus necesidades. Utilizan la figura de apego como una base segura para explorar el medio ambiente buscando a dicha figura en momentos de angustia. Además, estas figuras los alivian cuando se alteran.
El modelo evitativo puede dividirse en dos: apego evitativo-rechazante y apego evitativo-temeroso. Las personas con estilo de apego evitativo-rechazante niegan la necesidad de apego, mostrando una autosuficiencia defensiva y un alto nivel de evitación, mientras que las que tienen un apego evitativo-temeroso reconocen la necesidad de intimar con los demás pero la temen, por lo que poseen un alto nivel de dependencia y a la vez, de evitación.
En un principio se separó apego inseguro ambivalente y el apego inseguro evitativo. Los bebés con un estilo de apego inseguro ambivalente exhiben un comportamiento dependiente pero a la vez rechazando la figura de apego. El niño no desarrolla ningún sentimiento de seguridad con la figura de apego, y en consecuencia, muestra dificultades para alejarse de dicha figura para explorar nuevos entornos. De la misma manera, cuando están angustiados son difíciles de calmar.
Los niños que muestran un apego inseguro evitativo no buscan a su figura de apego mientras exploraban el ambiente. Se muestran muy independientes de ella tanto a nivel físico como emocional y no buscan su contacto cuando están angustiados.
Sin embargo, si los cuidadores/as responden de forma intermitente e impredecible a las necesidades de apego, generará en el niño emociones de rabia, miedo e incertidumbre sobre la disponibilidad de la persona objeto del apego y provocará fuertes necesidades de cercanía, preocupaciones en cuanto a las relaciones y miedo a ser rechazados. Esto desarrollará en el niño un estilo de apego ansioso-preocupado.
Se desarrollará un apego evitativo si la madre responde con rechazo las señales emocionales del bebé y evita el contacto corporal cercano. Éste aprenderá que la expresión de afecto es contraproducente. El modelo evitativo puede dividirse en dos: apego evitativo-rechazante y apego evitativo-temeroso.
Las personas con estilo de apego evitativo-rechazante niegan la necesidad de apego, mostrando una autosuficiencia defensiva y un alto nivel de evitación, mientras que las que tienen un apego evitativo-temeroso reconocen la necesidad de intimar con los demás pero la temen, por lo que poseen un alto nivel de dependencia y a la vez, de evitación.
Relación de alteraciones de la conducta en la infancia, adolescencia o edad adulta con:
- Miedo excesivo (síndrome de inhibición excesiva infantil).
- Conductas adictivas.
- Distimia/ depresión.
- Desarrollo gradual de los componentes del síndrome X metabólico con obesidad visceral e hipertensión esencial.
Amigos
Los amigos tienen un papel fundamental en cualquier etapa de la vida pero, principalmente durante la adolescencia, tienen un una influencia muy significativa en lo relativo a las adicciones.
Si el grupo de amigos al que pertenece el adolescente tienen la dinámica de salir y consumir como forma de divertirse, este adolescente presentara un mayor riesgo de abuso de la sustancia que otro adolescente que pertenece a un grupo que tiene una motivación diferente como, por ejemplo, un grupo deportivo.
El aumento del riesgo de abusar en los adolescentes puede ser explicado mediante el modelo de desarrollo de conductas adictivas en esta etapa. El modelo propone que la conducta adictiva se desarrolla como resultado de un desequilibrio entre dos sistemas: uno apetitivo (que hace apetecer algo), sistema que se sensibiliza con el uso repetido de la sustancia, y un sistema ejecutivo regulador que en el caso de los adolescentes no está completamente desarrollado y que se ve además comprometido por la exposición a la droga.
En el caso de los adultos cabe destacar el papel de los amigos en el mantenimiento de la conducta de abuso. La mayoría de las personas con adicciones que tratan de abandonar el hábito se ven obligadas a cambiar muchos de sus círculos sociales, puesto que de la misma manera que los fumadores se suelen rodear de amigos que fuman, los pacientes con adicciones suelen relacionarse con personas que abusan y que le incitan al consumo.
Trabajo
Hay ciertas profesiones relacionadas con un mayor riesgo de desarrollar una adicción como aquellas cuyo horario de trabajo es nocturno. Las personas que trabajan en la hostelería o en discotecas tienen un mayor riesgo de desarrollar una adicción debido a que el consumo está íntimamente relacionado con su trabajo. Altos ejecutivos y personas con trabajos de elevada responsabilidad y estrés también tienen más riesgo de desarrollar una adicción. Otras asociaciones laborales vinculadas a presentar un mayor riesgo son estar desempleado o padecer burnout laboral (en castellano no se traduce burnout ya que lo único válido sería “quemado”).
La pareja
Es sabido que cuando una persona tiene una pareja con problemas de abuso esa persona está expuesta a un mayor riesgo. Al igual que la pareja puede influirnos en aspectos positivos, también puede influenciarnos de forma negativa puesto que si nuestra pareja acostumbra a consumir nosotros podríamos adquirir ese hábito. Además de influir en el inicio de consumo, la práctica clínica nos indica que es mucho más difícil rehabilitar al paciente cuando su pareja también padece el trastorno.
Las personas que sufren maltrato de pareja en cualquiera de sus formas tienen un riesgo mucho mayor de desarrollar una adicción, la utilizan en la mayoría de los casos para “anestesiarse” de la realidad o como automedicación para paliar la ansiedad que les provoca la situación que viven. Las separaciones, divorcios y la viudedad están relacionadas con un mayor riesgo para desarrollar una adicción y también con las recaídas en pacientes que habían padecido el trastorno y ya se habían rehabilitado.
Estrés
Definimos estrés como la respuesta del organismo frente a cambios que amenazan al normal funcionamiento de nuestro organismo (homeostasis). El estrés es una respuesta fisiológica de nuestro organismo pero no todos respondemos ante los mismos estresores, con la misma intensidad ni de la misma forma. Esto se explica debido a que la corteza (vida psíquica superior) influye en las funciones neuroendocrinas de ahí que la respuesta a un mismo estimulo sea diferente en distintos sujetos ya que esta va a depender de la evaluación y la percepción del individuo.
Hablaremos entonces de vulnerabilidad y de estrategias de afrontamiento, diferentes en cada ser humano. Hay evidencia de que aquellas personas más vulnerables al estrés o que disponen de menos estrategias de afrontamiento tienen mayor riesgo de padecer una adicción.
En concreto la inhibición conductual tiene un papel importante como mecanismo en relación con el abuso de sustancias debido a que el estrés facilita que la persona no pueda hacer lo que debe, que adopte actitudes de negación ante enfermedades crónicas y que incumpla medidas terapéuticas y de cuidados, así como que pierda el control frente al tabaco, alcohol y otras drogas. El consumo abusivo de “drogas institucionalizadas” se detecta en profesionales sanitarios sometidos a estrés y presión.
En la patología psiquiátrica es evidente la influencia del estrés en trastornos por consumo de sustancias además de en otras adicciones. Frecuentemente se observa estrés tanto en el inicio, como en el mantenimiento, en reagudizaciones y en recaídas.
El problema surge cuando una persona que está acostumbrada a luchar con el estrés mediante los efectos de una sustancia (deficiencia en estrategias de afrontamiento al estrés) atraviesa una etapa de su vida en la que aumenta ese estrés o se cronifíca y usa la sustancia más habitualmente. Es en este momento cuando se establece el riesgo de la dependencia a la sustancia.
Percepción del apoyo social
Como hemos visto, pertenecer a una familia disfuncional está relacionado con las adicciones, sin embargo para entender la etiología del trastorno, es más correcto referirnos a entorno disfuncional.
Entendemos como entorno disfuncional al establecimiento de relaciones no sanas en cualquiera de los ambientes con los que el individuo interactúa: el trabajo, la pareja, los amigos etc. El establecimiento de un entorno disfuncional, a menudo con origen precisamente en el contexto de una familia disfuncional, puede suponer uno de los mayores riesgos para que la persona desarrolle este tipo de trastorno. La combinación de habilidades poco adaptativas adquiridas en el núcleo familiar de origen, junto con las relaciones poco enriquecedoras del individuo con el medio suponen un caldo de cultivo perfecto para la predisposición al trastorno.
Por un lado el entorno puede tener una influencia muy positiva cuando los motiva a abandonar la adicción de una manera sana (ausencia de reproches, comprensión de la enfermedad, refuerzos positivos al paciente…) pero, en contraposición, mantener relaciones sociales disfuncionales de cualquier tipo pueden suponer estresores de intensidad o crónicos que disparen las posibilidades de dependencia en una persona predispuesta a padecer una adicción por otros motivos (genética predisponente, trastorno psiquiátrico u otros factores ambientales concomitantes que favorezcan la precipitación del trastorno).
Es importante destacar el concepto de percepción y no de calidad cualitativa de las relaciones interpersonales, ya que será la percepción de las mismas la que le lleve a sentirse de una manera u otra además de ser potencialmente modificable.
Dado que el ser humano es un ser social que crece y se forma conviviendo con sus semejantes, es fundamental analizar cómo somos y cómo nos relacionamos y comunicamos con los demás para tratar a cualquier enfermo.
El hecho de que desde el nacimiento estemos conviviendo constantemente con otros, no siempre nos facilita las habilidades necesarias para superar las dificultades que surgen en nuestras relaciones interpersonales. En el caso de los niños y adolescentes crecer en una familia disfuncional produce un déficit o alteración en la adquisición de estas habilidades en muchos casos, lo que lleva al futuro adulto a establecer entornos disfuncionales propios y a tomar peores decisiones debido a esta carencia.
Una de esas habilidades sociales que constituye una característica muy común en las relaciones disfuncionales es la incapacidad para comunicarse o el hacerlo de manera errónea. Escucharnos, entendernos y ponernos en el lugar del otro es algo que damos por sabido, pero que no se nos ha enseñado realmente y nuestros modelos pueden resultar deficitarios. Es muy frecuente que ni las parejas ni las familias tengan una buena comunicación y esto se observa mucho en la práctica clínica.
El estudio de las relaciones interpersonales del paciente adicto, es decir de su entorno, es fundamental de cara a la comprensión de la etiología de su trastorno, y el aprendizaje de habilidades sociales entre ellas la comunicación constituye una estrategia terapéutica fundamental mediante la que el enfermo podrá sentirse más apoyado socialmente, más integrado y con mejor autoestima.
Abordar el tratamiento del paciente desde el estudio de su entorno y el refuerzo de sus habilidades sociales favorece la abstinencia y la recuperación del paciente, pues es muy difícil tratar una adicción sin conocer y cambiar las circunstancias que le llevaron a iniciarlo.
Artículo realizado por el Doctor Juan Gibert Rahola, coordinador médico de Adyfa.
En Adyfa, centro de adicción Cádiz somos conscientes de lo importante que es profundizar en el problema que desencadena la adicción del paciente, por ello, nuestros tratamientos no solo ayudan a la desintoxicación de las sustancias, sino a resolver y conocer cual ha sido el motivo que ha guiado a la persona hacia el mal camino, comprendiendo la raíz del problema y tratarlo debidamente.
Si estás atravesando un mal momento, ponte en manos de profesionales especialistas en adicciones y con más de 10 años de experiencia. 1º Consulta gratuita.
Artículo de nuestro coordinador médico Juan Gibert Rahola.
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